En junio conmemoramos 111 años de aquella rebelión agraria de pequeños arrendatarios rurales que visibilizó los reclamos por el acceso igualitario a la propiedad de la tierra, que comenzó en el sur de la provincia de Santa Fe, pero se extendió por toda la región pampeana y dio origen a la Federación Agraria.

Pero la entidad gremial que fue en su momento el espacio para encausar la lucha de los sectores más desprotegidos de la ruralidad argentina, con el correr de los años fue virando y dejó de lado sus orígenes para ocupar un lugar en la denominada Mesa de Enlace junto a quienes los oprimían. Representando así los intereses de los grandes hacendados del país, que en la actualidad concentran aún más poder que antaño.

Como en 1912, la tierra sigue en manos de unos pocos terratenientes, mientras las familias campesinas deben arrendar pequeñas parcelas a altos precios y son víctimas de violentos desalojos. A lo que se suman las fumigaciones con agrotóxicos que envenenan las producciones de hortalizas y las poblaciones. Todo esto, provoca el desarraigo de la población rural, que debe abandonar sus lugares de origen en busca de nuevas fuentes laborales y terminan hacinados en la periferia de las grandes ciudades incrementando los bolsones de pobreza.

Argentina es el octavo país con mayor superficie del mundo y cuenta con una baja densidad poblacional (16 habitantes por km2), pero el 92% de su población se concentra en ciudades, mientras la tierra se encuentra manos de unos pocos. De acuerdo al Censo Nacional Agropecuario realizado en 2018 por el INDEC, el 1% de las explotaciones controla el 36% de la tierra.

En la misma línea, según el registro de Tierras Rurales de la Nación, casi el 40% del territorio argentino es propiedad de 1.200 terratenientes. En contrapartida, un 40% de los habitantes del país no tienen acceso a tierras o vivienda propia.

Sin embargo, los referentes de la Mesa de Enlace, que dicen representar al “campo”, Federación Agraria incluida, se preocupan por las retenciones a las exportaciones y no por los derechos de los y las campesinas, ni por la alimentación de los argentinos. El modelo agroexportador actual logró que, de cada 8 kilos de producción agraria que se exportan, solo 1 es para consumo humano.

Por eso, desde la Federación Rural representamos a los pequeños productores y productoras rurales, a las familias campesinas e indígenas de cada rincón de nuestra patria con sus características productivas y culturales, y no solo los de la pampa húmeda.

A 111 años del Grito de Alcorta, retomemos las raíces de esa lucha, recuperemos los valores de igualdad en el acceso a la tierra, a las condiciones de trabajo, en donde ningún trabajador de la tierra sea pobre, y se privilegie la producción de alimentos para los y las argentinas.